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COOPERATIVA Complejo único para jubilados en Torremocha del Jarama
La comuna paradisíaca de los abuelos
Gran parte de los jubilados en
una foto de grupo. E. M.
CRISTINA SERRATOMADRID
Han decidido abordar la etapa final de su vida de un
modo satisfactorio. No quieren languidecer pasivamente con una vejez
melancólica, ser una carga para sus hijos o ingresar en una residencia de
mayores al uso. Pretenden que el ocaso de sus días sea un periodo activo,
nutritivo, jovial, de crecimiento humano y bienestar.
Por ello han fabricado su particular paraíso:
Trabensol(Trabajadores en Solidaridad), una comunidad de individuos, con
diferentes criterios e ideologías, que han invertido los ahorros de toda una
vida en un proyecto que les permite convivir bajo una fórmula cooperativa única
en nuestro país.
Todo comenzó hace 14 años cuando, un grupo de amigos a
punto de jubilarse y con una intensa actividad social a sus espaldas, cayeron
en la cuenta de que se estaban haciendo mayores.
«Queríamos alternativas diferentes a las que
habían vivido nuestros padres. Tras muchas horas de diálogos y debates,
decidimos constituir una cooperativa y levantar un centro de convivencia para
mayores en el que pudiéramos vivir una vejez saludable, ser independientes,
ayudarnos entre nosotros y organizarnos gracias a comisiones de trabajo que nos
hicieran responsables del funcionamiento del colectivo», explica Paloma
Rodríguez, presidenta de la cooperativa, que comparte habitación con su vecina
de hace 40 años. «Nos quedamos viudas y decidimos emprender esta aventura
juntas. Aquí estamos estupendamente. Es fantástico vivir bajos los
lazos de la comprensión y el cariño».
Agotadora búsqueda
A partir de ahí comenzó una agotadora búsqueda para
encontrar el terreno adecuado en el que realizar el proyecto. «Visitamos muchos
lugares y, desgraciadamente, vivimos de cerca lo que se mueve en el negocio
inmobiliario, fueron muchos los ayuntamientos que quisieron engañarnos.
Finalmente apareció Carlos Rivera, alcalde de Torremocha del Jarama, que nos
tendió la mano sin intereses ocultos, pagos ni intermediarios, afirmando que
Trabensol iba a aportar al pueblo una riqueza enorme y un gran potencial mental
y social», apunta José María García, ex secretario de consistorios.
Al pie de la sierra, en una vega llana y fértil, junto
a la orilla del río, se erige el colorido complejo de 16.000 metros cuadrados,
construido de forma bioclimática por filtración y geotermia, una energía
limpia, renovable y económica, que les permite hasta un 75% de ahorro mensual.
«Está todo muy pensado. Las zonas de acceso de la casa
están orientadas al norte y las del alojamiento al sur. Tenemos 25 pozos de 150
metros que hacen que el suelo sea radiante y tenga una temperatura constante de
16 grados. Los canalones de los tejados van a un aljibe que recoge el agua de
la lluvia y nos permite regar durante tres meses. Los aislamientos térmicos y acústicos
están muy cuidados y las luces exteriores están dirigidas hacia abajo para que
no haya contaminación lumínica y podamos ver las estrellas», señala Jaime
Moreno, periodista y coordinador de la comisión de comunicación del lugar.
Un hogar, no un geriátrico
Con la férrea intención de edificar un hogar alejado
del concepto actual de las residencias de mayores, el complejo, exquisitamente
decorado, está preparado para armonizar la cohabitación en común con la vida
independiente. Circundando un huerto de 10.000 m2, tranquilos patios y
aromáticos jardines, se encuentran las 54 viviendas de los afiliados, 50m2
repartidos entre una cocina americana, un salón, una habitación, un baño
geriátrico y una terraza. «Mi anterior casa tenía el doble de metros,
estaba harta de trabajar tanto en ella. Esta es muy apañada, cubre todas mis
necesidades», afirma María Dolores Hernández, ex enfermera. Su amiga Luisa
Llorena, ex dinamizadora social, dice:«Quería llegar aquí como una libélula,
ligera de equipaje. Mi marido y yo hemos traído sólo los muebles que han
cabido, ha sido un ejercicio de liberación de apegos del pasado. Ahora, nuestra
vida cabe en 50 m2», sonríe.
El lugar cuenta con un amplio abanico de zonas
comunes en las que disfrutar del momento: biblioteca, hemeroteca, gimnasio,
un mini spa de baños terapéuticos, salas de reiki, de acupuntura, de música, de
pintura o de edición de video, un claustro zen para pasear cuando hace mal
tiempo, un habitáculo con juguetes para que los nietos gocen con los abuelos,
salones de reunión para celebrar fiestas o el salón del silencio. «Aquí hay
gente que es religiosa y hemos considerado que era necesario crear un espacio
común y polivalente para meditar, rezar o practicar yoga. En Berlín van a hacer
un centro donde diferentes religiones van a compartir techo, nosotros ya lo
estamos haciendo», señala Jaime.
Mayores de alma joven
Como bien apunta Pepa Salamanca, ex auxiliar de
clínica, «en Trabensol el mayor valor, sin duda, es el potencial humano».
La convivencia entre los residentes, en su mayoría gente muy preparada, es
plenamente activa y cada uno pone a disposición de la comunidad su experiencia
profesional. «Vivimos en un clima de tolerancia y ayuda mutua», cuenta María
Dolores. «Tenemos talleres de danzas del mundo, Ikebana, vidriado, costura,
pintura, Chi Kung o bricolaje y hacemos nuestra propia gaceta informativa
interna». Carmela Paz, ex administrativa del Instituto Cervantes asiente: «Es
un lugar agradable para vivir. Conoces gente fantástica y haces cosas
que te mantienen activa física y mentalmente. Además el entorno es
fantástico, mientras que en Madrid te desplazabas a los barrios, aquí te
desplazas a los pueblos». José María apostilla: «¡No paramos, cada día hay algo
nuevo! Estamos en una adolescencia de la vejez. Mis hijas nos dicen que estamos
haciendo la comuna que no pudimos en los 60», bromea.
En la comida todos colaboran en los quehaceres del
inmenso comedor que tiene como chef a Mina Tartili, miembro de la asociación
Ananda. «Trabajar aquí es gratificante. El ambiente es increíble, hacen todo lo
posible por mantener un clima de alegría y solidaridad.Son mayores de alma
joven, sabias y con una conciencia social que engancha».
¿Y si llegan momentos de dificultad física o de
enfermedad? Jaime explica que están preparados para todo lo que venga. «Hay
vigilancia las 24 horas. El complejo está habilitado para personas con
movilidad reducida. En cada pasillo hay varios baños, por si hay urgencias, en
cada esquina un ascensor con el tamaño suficiente para una silla de ruedas y
tenemos un ala, especialmente habilitada, para personas que necesiten cuidados
médicos específicos. Queremos pasar nuestros últimos días aquí de la mejor
forma posible».
Un CoHousing español con lista de espera
Este sistema de vivienda
colaborativa, diseñado y gobernado por los propios residentes, nació en
Dinamarca, a finales de los años 60, y se extendió a Norte América, a finales
de los 80, bajo la pretensión de volver al sentido de comunidad primigenio de los
barrios de antaño. "Trabensol ha sorprendido mucho en Europa. Nosotros
informamos, con toda libertad, a quienes nos preguntan sobre cómo hemos llegado
hasta aquí, pero lo imprescindible es que haya un núcleo humano suficientemente
fuerte y comprometido para poder llevar algo así a cabo.", explica Moreno.
Son tantos los interesados en esta particular forma de vida que ya cuentan con
una nutrida lista de espera. ¿Los requisitos? Tener entre 50 y 70 años,
identificarse con los principios básicos de solidaridad y ayuda mutua, y tener
solvencia económica para mantener los pagos: una inversión inicial de 154.000 y
hasta 1100 al mes. "Incluye alojamiento, lavandería, limpieza y la comida
del medio día. Somos de una generación en la que se compraban pisos porque no
había casi alquileres. Los hemos vendido para poder afrontar el coste del
proyecto. Tenemos una acción pero la propiedad es de la cooperativa. Quien
decida marcharse recupera el dinero, al valor que tenga en ese momento, y
morimos lo recuperan nuestros herederos, que también pueden, si cumplen los
requisitos y quieren, venir a vivir aquí."